Esta es la historia de cómo nos quedamos atrapados en la nieve en las montañas de la prefectura de Hiroshima, en Japón.

Era diciembre del 2013 y estábamos viajando en coche desde Kagoshima hasta Hiroshima pasando por Nagasaki. La última parada antes de llegar a Hiroshima era un pequeño pueblo en un valle llamado Tsuwano.

Hasta ese momento no habíamos tenido ningún incidente, que supiéramos (DEP mi tarjeta de 4GB que se perdió sin que me enterara).

En Tsuwano hacía mucho, mucho frío pero no nevaba, aunque las montañas que rodeaban el valle sí tenían nieve.

Al despertar tomamos un desayuno típico de ryokan (posada tradicional japonesa), con miles de platitos y de comidas riquísimas que normalmente no se me ocurriría desayunar, como pescado y tofu.

Antes de salir de Tsuwano pusimos toda la información del siguiente hotel en el GPS del coche para poder llegar sin perdernos a Hiroshima.

Como os podéis imaginar no funcionó y aunque sea difícil de creer ¡no fue nuestra culpa ni la del GPS! El plan era ir por la autopista de peaje tranquilamente hasta Hiroshima y llegar a la hora de comer.

Todo empezó a ir mal cuando antes de llegar a la autopista nos pararon los trabajadores. Estaban revisando las ruedas de todos los coches que querían entrar y a algunos no les dejaban pasar.

Con nuestro nivel de japonés (regulero, especialmente en esa época) entendimos que no podíamos ir por esa autopista porque nuestro coche no tenía ruedas de nieve.

Nuestro coche de alquiler en Japón

Así que buscamos un camino alternativo. ¿Y cuál elegimos? El camino más rápido, ¡obviamente! Y el camino más rápido era el que iba a través de las montañas.

Al principio el camino era precioso, valles nevados, abetos gigantes, el cielo azul, la niebla mañanera levantándose, calles limpias… Hasta que empezamos a subir una montaña.

Nieve en Japón
Atrapados en la nieve

Cuando estábamos subiendo apareció un baño de la nada junto a la carretera. No sé si el baño estaba limpio porque nadie paraba aquí o porque estábamos en Japón. Lo único malo es que era un baño de estilo tradicional y eso de ir al baño de cuclillas no es algo a lo que esté acostumbrada.

1ª regla del viajero: siempre que encuentres un baño decente úsalo por si acaso.

Al principio todo iba bastante bien, pero después de un rato mientras más avanzábamos, más nieve había en la carretera y empezó a nevar.

Nuestro coche de alquiler hacía lo que podía pero llegó un momento en el que ya no pudimos avanzar por la cuesta.

Empezamos a ir marcha atrás/deslizarnos cuesta abajo para poder dar la vuelta pero entonces el coche se quedó atrapado en la nieve. No se movía ni un poquito, ni para delante ni para atrás, nada. Lo único que podíamos conseguir acelerando era hundirlo en la nieve aún más ¡Estábamos atrapados en la nieve en Japón en medio de la nada!

En ese momento di gracias por haber desayunado tan bien y por llevar un jersey de lana para no congelarme, porque todo lo demás pintaba mal. Nos pusimos rápidamente a buscar el número de teléfono de emergencias con asistencia en inglés en nuestra guía de viajes, mientras comprobábamos si los móviles tenían cobertura y mi padre intentaba empujar el coche sin éxito.

Me bajé del coche para tomar una foto para el recuerdo cuando apareció un coche que venía bajando el puerto de montaña.

Era un coche de esos que sólo he visto en Japón, cuadrado, que parece de juguete y con ruedas que seguro que le valen a mi bici. ¡El coche venía como si NADA! Iba tranquilamente bajando por la carretera llena de nieve. Si esto era un puerto de montaña, significaba que este coche había conseguido subir por el otro lado.

Anécdotas de viaje en Japón

¡¿Pero qué clase de ruedas de nieve tienen en Japón?!

El conductor era un chico con un abrigo de plumas, que le llegaba casi a los tobillos, y botas de nieve. Hablaba un poco de inglés y se bajó a ayudar a empujar el coche. Estábamos ocupados en eso cuando entonces apareció otro coche bajando. No habíamos visto prácticamente a nadie en esta carretera, sólo al servicio de correos, y de la nada nos encontramos con dos coches en el momento en el que más los necesitábamos.

El segundo conductor era un señor que se bajó de su coche sin abrigo ni nada y llevaba unos zapatos puntiagudos (muy de moda en Japón en aquella época) poco aptos para la nieve. Caminó por la nieve como si nada y se acercó para ayudar a empujar el coche. Después de un rato de empujar, acelerar con cuidado y desatascar las ruedas, entre todos conseguimos sacar el coche de la nieve y dar media vuelta.

Después de darle las gracias a los señores por salvarnos de morir congelados, el señor de las zapatos puntiagudos se ofreció a guiarnos hacia el pueblo para encontrar un mecánico y comprar ruedas de nieve. Nosotros insistíamos en comprar ruedas pero los mecánicos decían que no hacía falta. Al parecer había una carretera paralela a la autopista de Hiroshima que era gratis y no tenía nieve.

Le dimos las gracias a todos por su ayuda y el señor que nos había llevado hasta aquí nos llevó hacia la otra carretera para asegurarse de que íbamos por la correcta. Yo creo que no se fiaba de nuestra habilidades y tampoco quería que nos volviéramos a perder.

Y esta fue la historia de cómo nos quedamos atrapados en la nieve y nos encontraron.

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